Silencio interno

Ella pretendía caminar con la mirada fija en los destellos de luz artificial que visualizaba a lo lejos. Pero los latidos de corazón y las palpitaciones en su cabeza, no la mantenían concentrada. ¿Debería voltear?, se preguntaba. Ninguna voz le respondía. Nada externo le prestaba atención. Estaba sólo ella en una acera oscura como sus ojos, con olor a tierra húmeda alrededor de todo el escenario.

Su silueta se confundía con la similitud de mujeres de su misma medida y contextura. Ella se sentía una más, y lo era, pero en su universo personal, ella era todo. Eso era lo único que importaba.

Tímidas gotas tocaron sus labios. Ella decidió tomarlo como una señal. Detrás, estaba él, sin creer en ninguna señal.

Volteó.
[...]

Él la observaba con la misma curiosidad de un niño mientras seguía su camino. Para él ningún tiempo era en vano, no había nada qué desperdiciar, sólo valía en la vida el juego de seguir adelante.

Ella colocó su mirada fija en la acera, empezando a sentir el frío de una noche de invierno. Se sentía decepcionada. Siguió adelante.

Luego de minutos de camino, se sentían ambos bajo una oscuridad que muy pronto, en segundos, se hizo plena.

¿Señal? -decía ella.
¿Obstáculo? - decía él.

Nada se podía visualizar bien, sólo a penas algunos elementos cercanos a los autos que pasaban alrededor.

Se sentaron en las escaleras del edificio más cercano, junto a otras personas que encendieron cigarrillos para sentirse acompañados.

-Ya pasará, todo lo que que aparenta ser negativo dura poco. La permanente solución está en el amanecer. - comentaba una mujer madura.

Nadie respondía, a penas se escuchaban las inhalaciones profundas de las siluetas que podían traducirse como un refuerzo al comentario.

-La permanente solución está en el amanecer - sostuvo él, sin agregar nada más que su silencio.

- ¿Por qué no en la oscuridad? Ahora mismo cada uno de nosotros vive, respira, comparte. Al próximo amanecer, quién sabe. - dijo ella

- Mujer que comparte, permanezca en silencio y viva su oscuridad. - agregó él en seguida.

Ninguna silueta agregó comentario alguno a partir de aquel instante, ninguno más que sólo ellos. Más cigarrillos eran encendidos alrededor.

- Silencio mío, silencio suyo. Oscuridad, nuestra.

- Dejemos palabras, arquetipo algunos. Que esta oscuridad y el humo de los cigarillos se lleve todo.

Cada una de las siluetas, todas aquellas que compartieron ese instante, asintieron dentro de sí.
Se escuchó la profundidad de un respiro. Él sabía que se trataba de ella y sonrió. Sin querer, sin ver ni saber, fijó su mirada perdida en la misma dirección en la que se encontraba aquella dulce voz, aquel leve suspiro.

[...]

La luz pública empezaba a mostrar su presencia progresivamente, hasta que todas las siluetas podían verse el uno al otro. Todos sonreían, excepto él y ella.

Ella mirando aún a la acera húmeda y él, mirándola a ella.

- Deberías compartir tu mirada, si eso se pudiera. -dijo él fijando su mirada en la misma acera.

Compartieron el silencio a partir de ese momento  y en adelante. Ambos fueron guiados por los destellos de las luces públicas de aquella calle que había guardado los secretos que cada una de las personas poseía esa noche.

La lluvia se fundió con ambas siluetas, gota a gota.


[...]

-Sí era una señal- se dijo ella.

"Compartir y aceptar.
Desprenderse de todo."






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