Carta al pasado.

Encantadora luz que ingresa en la habitación acompañada de una leve brisa que hace flamear la cortina de hilo blanco. 

Parece que no hay nadie en casa, ni nadie afuera. Cierro los ojos respirando el aire puro y me concentro en mí corazón. Late levemente, pero se siente cada latido en lo profundo.

Me siento en el suelo, con la cabeza direccionada hacia la pared. Me hago masajes a la cabeza y respiro hondo. Medito de forma pasiva hasta que algún pensamiento se clava en mí, lo dejo ir y continúo. 

Luego del tiempo necesario, abro los ojos y me siento vibrando. Reconozco poco a poco lo que tengo frente a mí y la gran luz del sol como el poder de la brisa. Siento gran paz alrededor.

La depresión quiere regresar acompañada de un sin fin de pensamientos. Digo lo que mi interior grita, y lo expreso en voz alta:

- ¡No es parte del hoy, no es el ahora!

Mi maestro ingresa mirándome a los ojos y me dice:

- Los problemas que te ocasionas gracias a darle apertura a tu mente, son solo tuyos. Desata la conexión de ella con tu interior. Tienes un gran espíritu y tú misma creas tu jaula.
Cambia de perspectiva, solo así sanarás. Solo así te desprenderás.

Volteó con ademán de salir como ingresó y concluye:

- Quiérete, quiérete profundamente. Yo quisiera enseñarte el brillo inmenso que posees, pero solo lo verás si te liberas.

Años después no llegaba a ningún borde depresivo, respiraba hondo

y a pesar del daño de algo externo, perdonaba y seguía.
He cambiado, cada cierto daño me ha hecho morir y volver a nacer.
Este último nacimiento, ha olvidado todo lo que ha pasado.
Se ha hecho fuerte a partir de tocar el dolor continuamente, sin buscar sanarlo.

Perdóname por tener que alejarme para llegar a conclusiones.

Sé que mucho de esto, ha sido parte de tu discurso y lo era antes del mío.

La perspectiva de ver lo que tú sientes, crees y observas
para comprenderlo y continuar, es mi trabajo.
Y más que odiarlo, debo amarlo.
Amaré tu pasado así como traté de curar tus heridas.
Todo ello en el hoy.