Fluidez.

[...]

En seguida ella giró en torno a sí, me miró fijamente y en la silueta de sus ojos párvulos, se dibujaban lágrimas retenidas. ¿Algo tenía que hacer para dejar que fluyan esas lágrimas o era necesario retenerlas para evitar dolor alguno en ella? Tenía múltiples preguntas desequilibradas en mi mente pero de todas ellas sobresalía una, la más importante: ¿Estas voces no son nada más que reencuentros de ideas en mi mente? Definitivamente, la más nítida respuesta era: Sí, la impotencia y sus efectos en tus pensamientos están tan sólo en  tu mente. Libérate.

Tuve un segundo para reírme de mí misma y otro para acercarme hacia ella y abrazarla sin ningún reparo. No pensaba en dolor, tristeza o lamento. Todo se había ido como si hubiera seguido una fluidez líquida de un río. Me sentía libre y mi energía la compartía con la de ella.

Nos separamos una de la otra naturalmente, como pétalos al florecer. Nos mirábamos como cuerpos separados, tan sólo materias. Quedaba en ambas la energía que ya no era ni mía, ni tan sólo de ella. Era una, toda nuestra.

[...]

Sin mente, con libertad.
Fluir. 





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